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NOVELA COMO NUBE
GILBERTO OWEN
1923

Texto al cuidado de Américo Luna Rosales y
Guadalupe Martínez Gil

-Tú has pensado en cosas trascendentales hoy, Elena, y eso no está bien, te envejece.

Un día supo, así, que había llorado. Se azoró; si tomaba la costumbre... Porque el llanto, Ernesto lo sabía, no es una cosa natural, sino un arte, de aprendizaje más o menos laborioso, pero ineludible. Dicen de algunos que nacen llorando, pero Ernesto no lo creía; era improbable, a no suponer cierto entrenamiento uterino, dirigido de peregrina manera por esas madres muy sentimentales, muy sentimentales, de Corazón de Amicis en vez de órgano cardíaco.

Fue entonces, también, cuando conoció él el tiempo que tardaban las lágrimas en llenar sus pupilas y, como a pesar de sus discursos pedantes lloró con ella, la mayor velocidad de sus propias lágrimas.



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